En el ámbito digital y también en el tradicional se han venido experimentando cambios desde hace un poco más de una década, sin embargo, esos cambios dieron un giro inusitado, apurando la convergencia, y esto fue durante el 2020, donde la mayoría de los países fueron confinados por el tema del Covid-19, y aquí se produjo el mayor de los cambios y de una manera acelerada, obligando a todos a realizar las acciones a las cuales se estaban de manera hercúlea resistiendo, pues cuando se trata de realizar cambios en cualquier escenario, se habla de resistencia.
Sin embargo, a pesar de que el confinamiento obligatorio nos hizo acelerar los cambios e implementar acciones que se debieron hacer con tiempo y planificación, al día de hoy todavía empresas se resisten a entender que ese forzoso cambio no era irreversible, que una vez se produjeran los pasos correspondientes, no había forma de mirar hacía atrás, porque el mismo era algo definitivo y que se venía pregonando por doquier, pero que por diversas razones y circunstancias, existía un bloqueo para que se produjese, pero con este evento, las cosas se desbordaron.
El cambio no es algo retórico
Diariamente vemos ejemplos de empresas que se siguen resistiendo y tratando de volver a como eran las cosas antes del 2020, pero aferrarse a eso lo que contribuye es a desperdiciar el tiempo en cuestiones que simplemente atentan contra la estabilidad y el desarrollo de las mismas, pues el comportamiento humano estableció como definitivo dichos cambios y no existe manera alguna de que podamos volver a como éramos antes del 2020.
Cuando se escucha o se ve que una empresa insiste en el mantenimiento de un producto o servicio que no va acorde con los lineamientos o expectativas del público al cual se dirige, y que dedica esfuerzos y desangra a otros productos para que este pueda subsistir, sin darse cuenta de este desmembramiento y agotamiento de algo que definitivamente no tiene siquiera presente, frente a un descuido innecesario de lo que potencialmente pudiera ser ese producto o servicio que pueda ayudar a esta empresa a volver a descollar, luego se ve el declive de todo y ante cualquier vendaval, se tambalea el negocio por completo, pues desde hace tiempo se sigue insistiendo en la permanencia, por el simple hecho de entender que cerrar o eliminar el producto o servicio en cuestión pondría a la empresa en una encrucijada frente al público, pues se entiende que de ser así, se estaría cuestionando a la misma por un supuesto decaimiento y posible escenario de permanencia de la propia empresa.
Lo que no se dan cuenta es que a los usuarios el cierre de un producto o servicio en estos nuevos tiempos resulta irrelevante y para las empresas debería ser igual, aceptar los cambios y que no se trata simplemente de discursos insípidos, que esconden detrás intenciones de no aceptación de las voluntades de un mercado cada vez más competitivo y despiadado cuando se trata de no tomar las decisiones pertinentes y en el momento preciso.
Ejemplos vemos en todo momento y aunque son a veces duramente criticados, porque se trata en algunos casos de productos o servicios que son de mucha utilidad para un grupo muy reducido y por tanto, a las empresas no le resultan rentables, estas sencillamente siguen su camino, y de los casos más palpables es Google, un gigante que domina todo el escenario de la publicidad online desde hace más de 15 años, sin embargo, ha desarrollado un gran número de proyectos que no han calado en el público, y por tanto, en vez de seguir esperando que termine de germinar, terminan cerrando y enfocándose en otras cosas que pudieran o no generar el efecto que necesitan y eso hace que se eficienticen los procesos y recursos y que puedan por tanto, dedicar el tiempo indispensable a esos productos y servicios que si son rentables y que tienen un tiempo de permanencia bastante prolongado.